La Clínica Nery do Vale busca reconciliar técnica y sensibilidad, función y afecto.
El proyecto parte de un espacio preexistente, de ambiente austero, frío e intimidante -rasgo común a tantas instalaciones clínicas- donde un pasillo ciego, carente de luz natural, conducía a estancias sobrecargadas, organizadas de forma contingente, con soluciones provisionales que, pese a intentar responder a múltiples exigencias funcionales, descuidaban la presencia de una consulta médica o de una pequeña cocina al servicio del conjunto.

Existía, sin embargo, un potentísimo potencial latente de relación con el exterior y con la naturaleza.
La propuesta pretende, así, crear un ambiente sereno y acogedor, capaz de contrarrestar la imagen intimidatoria que a menudo se asocia con la práctica de la medicina dental. Para ello, se concilian los imperativos técnicos —asepsia, desinfección, ergonomía— con un lenguaje espacial de carácter doméstico, cálido y relajante.
La calidez de la madera y el cuidado del diseño se convierten, por tanto, en instrumentos de confort, evocando texturas y memorias que acercan la clínica al hogar.

La recepción, espacio del primer contacto, marca el tono de la experiencia en la Clínica. Una alfombra de tarima de madera de haya, butacas informales, un mostrador diseñado como si fuera una mesa de estudio y puntuales acentos cromáticos componen un ambiente que nos aparta del universo clínico convencional y nos sitúa en un lugar de familiaridad y confort doméstico.

La circulación se hace ahora a través de la luz, sobre un pavimento de madera, reforzando la relación de la clínica con un antiguo muro de piedra granítica, integrado en un entorno verde y cualificado.

Entre el pasillo y los gabinetes, una pared de bloques de vidrio media la relación con el exterior, donde el verde natural se revela como paisaje terapéutico. Es en esa dirección donde se orienta el sillón odontológico, incluyendo también la presencia de un discreto banco, que acoge a un posible acompañante.

El mobiliario auxiliar renuncia al lenguaje técnico y se aproxima al universo doméstico, evocando el diseño de aparadores y vitrinas. Todo ello sin comprometer el rendimiento técnico de las salas, con un pavimento antiestático continuo y sin juntas, superficies lavables y desinfectables, y una luz neutra y abundante, cuidadosamente distribuida para eliminar sombras y garantizar la máxima visibilidad.
La luz cálida, reservada a las zonas de espera, al consultorio y a las circulaciones comunes, subraya la identidad y la naturaleza de cada momento.

Paralelamente al recorrido de los pacientes, que acompaña la pared de vidrio, se traza, en el lado opuesto, un segundo circuito, de uso estrictamente clínico, que permite la separación entre las circulaciones comunes y las circulaciones de servicio. Desarrollado mediante puertas correderas, asegura simultáneamente la conexión y la contención entre salas.

La consulta vuelve a remitir al universo doméstico: la madera, el mobiliario informal, el uso del color y la inclusión de una pequeña zona de kitchenette configuran un espacio de trabajo que es, también, un lugar de encuentro y escucha.

Clínica Nery do Vale, Corredor

La zona de esterilización, concebida longitudinalmente entre las circulaciones sucias y las limpias, permite procedimientos secuenciales en conformidad con las exigencias técnicas de la práctica médica.

Por último, la intervención contempla también espacios dedicados a la ortopantomografía y una instalación sanitaria que, a su vez, da acceso a un vestuario y a la zona técnica.

El proyecto de la Clínica Nery do Vale propone una reflexión sobre el papel de la arquitectura en el cuidado médico, y no se limita a organizar funciones, sino que ofrece, a través del diseño, confort, dignidad y sensibilidad. La propuesta rescata la experiencia del espacio clínico del dominio técnico e impersonal, proyectándolo hacia la humanidad y la cercanía.
Este es un lugar en el que la luz natural, la materialidad y la naturaleza participan en el acto médico, acogiendo y reconfortando: un espacio que, siendo profundamente funcional, no renuncia a ser afectivo. En un tiempo en que la técnica tiende a eclipsar la empatía, se propone una reconciliación entre ambos mundos, ofreciendo la arquitectura como instrumento de cuidado.